
Hay como una lejana y merecida simetría entre los bloques llenos de aristas que coronan la cima del Argintzo y los movimientos angulosos que exigen a los montañeros.
CIMAS, CITAS, RUINAS, RECUERDOS, FOTOS
Denis Urubko es uno de los grandes. Es ruso, tiene 35 años y un título en Arte Dramático que arrinconó al descubrir el alpinismo. Reside en Alma Ata (Kazajstan), donde entrena a un grupo de especialistas del ejército. Ha coronado trece ochomiles, incluido el Everest sin oxígeno. Es además un hombre sencillo y generoso que regresó velozmente al Annapurna para tratar de salvar la vida de Iñaki Ochoa de Olza, agonizante a 7.400 metros de altitud. Hace pocos días, los periodistas Carmen Remírez y Josetxo Imbuluzqueta le entrevistaron en Pamplona. “¿Se ha establecido alguna vez un límite o se ha atrevido con todo?”, le preguntaron. Esta fue su respuesta: “He cruzado la línea entre la vida y la muerte tres o cuatro veces. En todas pensaba que no volvía. Afortunadamente, después algo cambió y ahora no sé dónde está mi frontera. En 2004, en el Annapurna, por ejemplo. Estuve en la cima solo, allí sentado. Pensando cómo iba a regresar, si sobreviviría a la bajada. Era como estar en la luna sin saber cómo volver a la tierra. Es la montaña más peligrosa del mundo. Recuerdo que estaba helado, congelado, pero a la vez tenía una sensación cálida. Era de noche y miraba el cielo rodeado de estrellas”.
(La foto está tomada muy lejos del Annapurna: es G, que mira al cielo despejado y vespertino de Quinto Real desde un collado próximo al Argintzo. Fue la primera excursión del 2009)