martes, 29 de diciembre de 2009

Feliz año viejo



Unos pasos más y habremos llegado a la cima del 2009. Lo tradicional en estas fechas es desear un feliz año nuevo, pero también habría que dar las gracias por el que termina, especialmente a aquellos que han estado cerca a lo largo de la ascensión, incluso virtualmente.

(En la foto, J a punto de coronar el Bisaurín)

jueves, 24 de diciembre de 2009

Pastores



Lo importante de los belenes no es tanto ponerlos o admirarlos como encontrar en ellos el sitio que nos corresponde. En la imagen, F y J parecen buscar el suyo desde la cima del Mendaur: la estampa que ofrecen no debe de ser muy distinta de la que compusieron hace dos mil años aquellos pastores que vigilaban por turno sus rebaños y fueron sobresaltados con un anuncio insospechado. Es cierto que tuvieron alguna ventaja, y que el ángel les proporcionó las indicaciones necesarias para llegar hasta el Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, pero los caminos que recorrieron aquella noche jubilosa siguen aún abiertos: los podemos descubrir en el paisaje de todos los días si sabemos avanzar por él con la mirada confiada y limpia de los pastores. Entonces también formaremos parte del belén, aunque no lo sepamos: como los pastores.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tentaciones de altura



Cuando se descubre el caserío de la imagen en un recodo del camino que asciende al Legate desde Bértiz, la pregunta surge casi inevitable: ¿para qué volver?

lunes, 30 de noviembre de 2009

El palacio de Aizkolegi



Pedro Ciga lo mandó construir hace un siglo en la cima del monte Aizkolegi, a 842 metros de altitud, erguido sobre los valles de Bertizarana, Baztán y Bidasoa. En la actualidad, unos grandes letreros colocados por el Gobierno de Navarra recuerdan casi a voces que el edificio se encuentra en ruinas, y prohíben cualquier acercamiento. Sin embargo, es muy difícil sustraerse a la tentación. Junto a la vieja casa del guarda arranca una amplia escalera de trazado señorial. Algunos peldaños están cubiertos por el musgo y la hiedra, pero se iluminan con brillos antiguos, como de otra época, cuando el sol se abre paso en el horizonte tormentoso de Mendaur y Ekaitza. La entrada principal, todavía adornada por un porche de resonancias orientales, revela una arquitectura elegante y generosa: las recias balaustradas, los vistosos forjados, los atrevidos azulejos o las galerías que en otro tiempo se abrían a los hayedos interminables de las laderas hablan a la vez de un estilo caduco y de un espíritu magnánimo. Casi se puede escuchar un eco de voces animadas y melodías risueñas a través de las ventanas hoy cubiertas con planchas de madera. El punto más alto del palacio lo ocupa una pequeña terraza donde Pedro Ciga se sentaba con su catalejo a “descifrar los misterios de la naturaleza”, en palabras de José Antonio Perales.



El aislado palacete modernista bien podría haber sido un capricho de Lady Marchmain, un pasatiempo estival donde paliar los calores de la vieja y excesiva mansión familiar. No es difícil imaginarla leyendo un relato del padre Brown a la sombra de un haya centenaria mientras Sebastián Flyte y Charles Ryder degustan vinos añejos en la galería del Oeste (“Este es como una gacela que corre por el bosque”) y Cordelia espera impaciente a Julia en el collado de Plazazelai. Quizá lo mejor de un viejo palacio sea justamente eso: no tanto los recuerdos de quienes lo habitaron, sino las historias imposibles de quienes podrían haberlo hecho.

martes, 24 de noviembre de 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Colores



La tristeza luminosa del otoño.

sábado, 14 de noviembre de 2009

El privilegio de la belleza



Matthew es el padre de las Cuatro hermanas Soames en la novela de Jetta Carleton. Es el maestro del pueblo y vive con su familia en una granja que le permite sentir los latidos del campo y de su propia vida. Una noche de verano, “atormentado por el insomnio”, se viste y sale en silencio de la casa. Cruza el patio, se adentra por la arboleda de los nogales, observa el reflejo de la luna en el arroyo y se acerca a “un trozo de terreno sólo útil para apacentar el ganado y que él raras veces visitaba”. Se abre paso entre la maleza y se detiene sorprendido al descubrir un espino blanco solitario y luminoso. Ni siquiera puede reprimir un silbido de admiración: “Se había olvidado de aquel árbol; nunca lo había visto florecido de aquella manera. Dio vueltas a su alrededor, maravillado. Al cabo de un rato, se apartó, se apoyó en otro árbol (parecía que todos los demás se hubiesen retirado a propósito) y contempló el brillo de la luna sobre el espino blanco. Hubiese brillado igual, quieto e impersonal, aunque él no hubiese estado allí. Pensó en toda la hermosura que podía pasar desapercibida y le complació haber tenido el privilegio de ver aquella. Con estas reflexiones sintió que había recibido una lección de humildad”. El roble de la imagen brillaba hace sólo unas horas junto a las ruinas de una vieja ermita, en los alrededores de Ayechu, en el valle de Urraúl Alto, perfectamente desapercibido. Ha sido una suerte haber tenido el privilegio de admirar su belleza otoñal y luminosa.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Echarse de menos

A veces las nostalgias no provienen de una cima ni de un paisaje, sino de uno mismo: del montañero que se fue y que se llevó en la mochila las ilusiones y la felicidad de entonces.

(G en la cima del Okoro)


sábado, 31 de octubre de 2009

Langosta



Lo único que hace verosímil a la langosta es su tamaño. Si midiera un metro, sus extremidades imposibles, su coraza brillante y sus saltos superlativos no encontrarían sitio ni en un cómic de inspiración jurásica. Pero es pequeña y discreta, y su morfología extraordinaria no intimida a casi nadie. Aún así, es mejor no perderle el respeto: quizá este ejemplar que hacía tiempo junto al viejo camino de Lapazarra estaba esperando en realidad la llamada de la especie para sumarse a una nube de individuos enfurecidos y bajar al valle a doblar la cerviz de algún faraón contemporáneo.

sábado, 24 de octubre de 2009

Horizonte con ermita



Dice el Diccionario de la Real Academia Española que ermita es “un santuario o capilla situado por lo común en despoblado”. La que adorna la cima de San Donato es seguramente la que tiene a su alrededor un despoblado más extenso. Por eso resulta tan acogedora.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sitios de verdad



Uno de los personajes de En lugar seguro afirma que un sitio no es un sitio hasta que no tiene su poeta. La cumbre del Budoguía es un paraje áspero y solitario, pero hace dos semanas A. improvisó un endecasílabo con su sola presencia y le confirió la categoría de sitio.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Nuevo curso



Termina el verano, empieza el curso, se abre la época de las grandes cumbres, siempre cargadas de retos e incertidumbres. Las únicas certezas son ahora las del pasado. Desde un pequeño collado próximo al ibón de Acherito, H. contempla en la foto la silueta altiva y escarpada del Petrechema. Unas horas había coronado la cima, azotada por el viento y medio envuelta en la niebla. El curso estaba entonces en pleno apogeo.

viernes, 28 de agosto de 2009

Amapolas



El minuto de gloria que les proporcionó esta foto y el eco discreto y hogareño que ahora encontrarán en este blog podrían haber sido un largo periplo de museos, subastas de precios inalcanzables, el Gombrich, teorías perspicaces o infundadas, imitaciones en distintos idiomas y copias en papel satinado para comedores de clase media. Pero tendría que haber sido Van Gogh quien las descubriera en aquel barbecho próximo a Torre de Peña en vez del montañero apresurado y solitario que se las llevó irreflexivamente en su Canon Ixus 70.

domingo, 19 de julio de 2009

Últimos metros



La ascensión tiene siempre una cierta épica, especialmente cuando la cima se hace esperar y las fuerzas flaquean. En la fotografía, G se acerca a la cumbre del Arrigorri, un peñasco próximo al Auza.

lunes, 13 de julio de 2009

Belleza sin fronteras



Butterfly, papillon, pinpilinpauxa, farfalla, volvoreta, mariposa... Son bonitas y llamativas en casi todos los idiomas.

jueves, 9 de julio de 2009

Bosques y arquitectura



El finlandés Alvar Aalto aún era un niño y aún estaba muy lejos de ser un gran arquitecto cuando su familia se trasladó a Jyväskylä, “un cosmos de lagos, crestas y bosques” que inspiró muchos de los proyectos y diseños que le harían famoso tiempo después. Su abuelo Hackstedt era el director de la Escuela Forestal de Evo y le dio un consejo que nunca olvidaría: “El bosque puede arreglárselas sin el hombre, pero el hombre no puede arreglárselas nunca sin el bosque”. No es difícil encontrar ecos de ese planteamiento en la arquitectura y en los escritos de Aalto. “No nos consuele el hecho de que el paisaje de Finlandia Central sea difícil de arruinar —explicó una vez—. Considerando la cantidad de posibilidades que ofrece, los atentados realizados contra el paisaje hieren aún más dolorosamente el ojo crítico…”.

(En la foto, I y R se adentran con respeto en el bosque que rodea Roncesvalles, todavía un hayedo difícil de arruinar. Las frases entrecomilladas del texto están tomadas del folleto La Jyväskylä de Alvar Aalto, editado por el museo que lleva el nombre del arquitecto finlandés)

lunes, 6 de julio de 2009

Cruces y peregrinos



Joyce es uno de los personajes de Llenos de vida, la novela de John Fante. Está embarazada y se prepara para recibir el bautismo en la Iglesia católica. Lee a Chesterton, a Belloc, a Thomas Merton, a Françoise Mauriac y a Evelyn Waugh, y alterna las reflexiones de unos y otros con las páginas de El infante y el niño en la cultura actual, repletas de advertencias y consejos para las madres primerizas. Su marido trata de sobrevivir a los nervios, a los antojos y a los destrozos ocasionados por las termitas en la cocina familiar. Es de ascendencia italiana y el acercamiento de Joyce a la religión católica ha reavivado los rescoldos de una fe antigua, casi olvidada. “Costaba ser un buen católico, costaba mucho, y por eso yo había abandonado la Iglesia —cuenta de sí mismo—. Para ser un buen católico tenías que abrirte paso entre el gentío para ayudarle a Él a cargar con la cruz. Yo posponía el gran salto adelante para otro momento”. Todas las cruces de la fotografían tienen su propia historia. Los peregrinos que las han ido dejando en el collado de Bentartea, cerca ya de Roncesvalles, se abrieron paso entre el gentío para cargar con ellas. Por eso, las espinas que las envuelven tienen más de abrazo que de castigo: son el espontáneo homenaje de quienes han preferido no retrasar “el gran salto adelante”.

viernes, 26 de junio de 2009

Horizontes



Casi todas las cimas incluyen la recompensa del paisaje: los picos esculpen sus perfiles contra el cielo, los bosques trepan por las laderas con distintas tonalidades, se iluminan los arroyos y los caminos, y los pueblos adornan el fondo de los valles. A veces, en días muy despejados, el montañero puede distinguir incluso el horizonte de su alma.

(En la foto, J admira el panorama que brinda la cumbre del Mortxe)

lunes, 1 de junio de 2009

Arquitectura infantil



El pueblo que todos los niños han dibujado alguna vez sin saber que existe y que se llama Zubieta.

miércoles, 27 de mayo de 2009

"Merecía la pena venir"



El 3 de octubre de 1992, Juan Tomás Gutiérrez despertó en una minúscula tienda de campaña a 8.000 metros de altitud. Fundió un poco de hielo en el hornillo, echó en el cazo un par de sobres de té y algo de azúcar, y acompañó la infusión con una aspirina. Pedro Tous y Mikel Repáraz, sus dos compañeros de expedición, completaron un ritual parecido aún embutidos en sus sacos de pluma. Los tres habían salido de Pamplona cuarenta días antes. Revisaron el contenido de sus mochilas, se ajustaron las botas y las gafas de ventisca, compartieron algunas frases breves y rápidas, se calzaron los crampones y empezaron a andar. Eran las dos de la mañana y se encontraban a sólo unas horas de la cumbre del Everest. “La pendiente es constante y avanzamos lentamente, casi a tientas, esperando no equivocarnos y no encontrar el camino cortado por rocas –escribiría después Juan Tomás–. Por fin, en algún momento, amanece. Miles de metros por debajo, un mar de nubes cubre los valles del Tíbet y un sol frío brotando a nuestra altura lo baña todo de un color cobrizo. Los instantes más fríos. Agitas más intensamente los dedos en las botas, tan poco apretadas. Recoges las manos en las inmensas manoplas, que casi no dejan coger el piolet. Con un ligero dolor recuperas la circulación. A las ocho de la mañana llegamos a la arista. A partir de allí, durante cuatro horas, cabalgamos sobre cualquier otra montaña a nuestra vista. Le hacemos la competencia al sol. Miles de valles y cumbres se curvan abajo, entre las nubes. Arriba, el azul puro. Alcanzar la cumbre sur se hace interminable. Allí el viento está de un bromista inesperado. Quedan ochenta metros de desnivel por finas cornisas alabeadas en el aire. Son lo más bonito. Merecía la pena venir. Equilibrios entre dos abismos ondulantes. Pasos bordados sobre el límite preciso. Suavemente, tras una loma otra y, por fin, ninguna. Más allá no hay nada”.

(La crónica de Juan Tomás se publicó en Diario de Navarra el 10 de octubre de 1992 bajo un título elocuente: “¡¡¡Cima!!!”. La foto que acompaña su relato es posterior en el tiempo y mucho más cercana en el espacio: fue tomada cuando E se aproximaba a la cumbre del Bisaurín, hace tres semanas)

lunes, 4 de mayo de 2009

Los últimos metros



“La cima está ahí, al alcance de la mano. Los últimos metros, el último obstáculo, constituyen un momento mágico: la emoción es acaso más intensa que la que se experimenta en la cima. El éxito está próximo, se percibe como seguro. Superamos las últimas dificultades antes de poner el pie en la cumbre. Está cubierta de nieve dura, no se advierten peligros inmediatos. Es tan sólo una larga cresta a la que es posible subir sin abrigar ninguna duda acerca de no poder llegar hasta el final. (…) Lentamente se apodera de nosotros una sensación de intensa felicidad. Una alegría ingenua, la certeza de haber acabado lo que nos proponíamos hacer”. Las frases entrecomilladas las escribió Christophe Profit después de haber coronado la cima el K2, pero –salvando las distancias– las podría haber firmado G, el montañero que ayer avanzaba con ilusión y prudencia hacia la cumbre del Bisaurín.

sábado, 2 de mayo de 2009

Autobiografía incompleta



Dicen que los anillos de un árbol contienen información muy precisa sobre algunos detalles de su existencia: la edad, los años de sequía, la intensidad de las lluvias, las épocas de luz, las de sombra, las plagas y hasta las podas. Sin embargo, esa autobiografía escrita en espiral omite siempre los aspectos que realmente merecen la pena: los acordes que arrancó a la ventista, los colores que brindó al otoño, los esfuerzos que alivió con su sombra, los versos que inspiró con su presencia.

sábado, 25 de abril de 2009

Frankenstein



Mary Shelley pasó el verano de 1816 “en los aledaños de Ginebra”. El tiempo era desapacible y, durante días, ella y sus amigos se reunieron al atardecer “en torno al fuego el hogar” para intercambiar relatos de “espíritus y fantasmas”. “Fascinados por este juego —escribió—, pronto nos vino al pensamiento la excitante idea de redactar algunas historias sobre estos mismos temas. Y así fue como otros dos amigos —uno de los cuales posee una capacidad tal que cualquier escrito que brote de su pluma será más aceptable que mi más ambicioso empeño literario— y yo misma decidimos poner en práctica tan jocosa idea, es decir, escribir cada uno de nosotros un cuento fundado en alguna manifestación de la vida sobrenatural. No obstante, el tiempo mejoró de improviso y mis dos amigos me abandonaron para dedicarse a explorar los Alpes, entre cuyos magníficos paisajes olvidaron nuestro compromiso con las evocaciones espectrales”. Mary Shelley fue por tanto la única que completó su relato, publicado al año siguiente con el título de Frankenstein. Dos siglos después, cabe preguntarse por lo que habría escrito aquel amigo suyo de haberse prolongado el mal tiempo o por el rumbo que hubiese tomado la novela de la propia Mary Shelley si se hubiera sumado a algunas de las excursiones alpinas. Estimulada también ella por “los magníficos paisajes”, puede que el monstruo que engendró en su historia no hubiese atormentado de una manera tan cruel al joven científico que le dio la existencia. Quizá la novela se hubiese parecido más a la vida real o quizá no se hubiese parecido tanto.

(Ajenos a las alternativas metafísicas, G y G optaron por aprovechar el buen tiempo de aquel domingo de septiembre para echarse al monte. En la imagen ascienden hacia el collado que separa Lakartxela y Bimbalet. La cresta del Lakora se perfila a sus espaldas, a la izquierda, y el resto del Pirineo les contempla desde el horizonte)

miércoles, 15 de abril de 2009

Buzones enfrentados




El buzón del Txurregi parece haberse escapado de alguno de los pueblos que colorean el fondo del valle. En la fotografía se reconocen Ollo, Senosiáin, Ulzurrun y las primeras casas de Arteta. La escena se cierra por la izquierda con el perfil redondeado del Mortxe, donde descansa el buzón sanferminero de la imagen inferior. Desde la cima del Mortxe, el paisaje se invierte: los pueblos, los cultivos, las carreteras y los bosques se repiten, pero esta vez es el Txurregi el dueño del horizonte. Todo un mundo encerrado en dos pequeños recipientes metálicos...

lunes, 13 de abril de 2009

Pascua



En el monte, a veces, también el horizonte se desdibuja, y la tierra se confunde un poco con el cielo.

miércoles, 8 de abril de 2009

Buzones



Un chistu y un tamboril reciben a los montañeros que alcanzan la cima del Illón, en la sierra del mismo nombre, entre Bigüezal y Navascués. En Otsogorri, una casita de arquitectura infantil enfrenta el perfil de su tejado metálico al horizonte pirenaico, siempre lleno de vértices y expectativas. El buzón del Bagadi hay que descubrirlo entre los bojes que tapizan la sierra de Tajonar. En Errenega, quizá la cima más modesta del macizo de Aralar, un austero cilindro se recorta sobre un paisaje de laderas suaves y brillos antiguos.

viernes, 3 de abril de 2009

Equilibrios sobre la historia



Irulegui es una cima próxima a Pamplona que se asoma a la vez a los valles de Aranguren, Izagaondoa y Egüés. Unas excavaciones recientes han sacado a la luz restos diversos de una historia que arranca en el primer milenio de la Edad del Hierro, cuando se levantó en la mismísima cumbre un oppidum o “poblado fortificado en altura” que llegó a ocupar una superficie de 20.000 metros cuadrados. A juzgar por el descubrimiento de algunas monedas y de una placa en bronce con una inscripción ibérica, aquel recinto tuvo su esplendor entre los siglos II y I antes de Cristo. Más aún, se cree que el oppidum de Irulegui fue una de las plazas principales de la comarca de Pamplona, según se explica en un panel próximo a la cima. Ya en la época del Imperio Romano, la fortaleza fue escenario de una de las batallas que libraron los partidarios de Pompeyo y Sertorio, “lo cual supuso su destrucción y abandono en beneficio de la naciente Pompaelo (Pamplona)”. Irulegui recuperó su importancia en la Edad Media con la construcción de un pequeño castillo. Se utilizaron para ponerlo en pie algunas piedras del antiguo poblado de la Edad del Hierro. El castillo de Irulegui –añade el panel– formaba parte de un sistema defensivo compuesto por pequeñas torres, cuya misión era hacer frente a las continuas incursiones árabes y francas que azotaron la comarca entre los siglos VIII y IX. El castillo fue derribado a finales del siglo XV “durante el proceso de conquista del Reino de Navarra por la Corona de Castilla”.

(En la foto, G trata de mantener el equilibrio sobre tres mil años de historia mientras la cuenca de Pamplona brilla al sol de la primavera recién estrenada)

lunes, 16 de marzo de 2009

Un plató de altura



El montañero de la imagen contemplaba la sierra de Andía desde la ermita-refugio de San Donato, recientemente restaurada. Cansado y descansado al mismo tiempo, no podía imaginar que el paisaje solitario y balsámico que se extendía a sus pies iba a convertirse dos semanas después en un efímero plató de cine gracias al empeño de la Film Comission de Navarra, apenas creada. El rodaje se llevó a cabo entre el jueves y el sábado de la semana pasada y servirá para que Alejandro González Iñárritu, responsable de películas como Amores perros o 21 gramos, ambiente algunas de las escenas de Biutiful, el título que le tiene ocupado estos días. No ha trascendido casi nada del argumento, pero ahora ya se sabe en algunas secuencias latirán los recuerdos, los sentimientos y la gratitud que tantos montañeros han ido acumulando en la cima de San Donato. Es una herencia enorme e invisible, quizá porque está hecha de anhelos y de sueños, como el cine.

sábado, 7 de marzo de 2009

Buscar el significado



“La mayor parte de las veces, la razón de nuestra felicidad o nuestra infelicidad es, más que la vida que llevamos, el significado que le damos”.

(Orhan Pamuk, La maleta de mi padre. En la imagen, J avanza casi feliz por la ladera del Zuriáin a pesar de la niebla, la nieve y el frío. La foto es de Raúl Etxandi Goñi).

sábado, 28 de febrero de 2009

Gracias



Qué distintas se ven las cosas cuando ya se ha alcanzado la cumbre: el paisaje se ensancha, el aire se vuelve ligero y transparente, se encogen las complicaciones del ascenso, los pueblos del valle adquieren un brillo cómplice, se desvanecen las nieblas y las sombras, los lazos de la cordada se agradecen más que nunca y el horizonte sugiere nuevos retos y posibilidades. La imagen que acompaña estas líneas ha sido tomada hace apenas seis horas junto a la cima de San Donato y está dedicada a S, Ch, Y y E, con quienes he compartido la ascensión más larga y compleja de los últimos meses. Les estaré siempre muy agradecido.

viernes, 27 de febrero de 2009

Los nombres de la nieve



Dicen que en Siberia la nieve tiene muchos nombres. Hay palabras específicas para la nieve reciente y para la que ya tiene varios días, para la nieve en polvo y para la nieve sucia, para la nieve profunda y para la que apenas ha cuajado. El pasado domingo, cuando se dirigía hacia el Paso de Tachera, G hubiera necesitado varios de esos términos para referirse a las distintas nieves que fue atravesando, primero con raquetas y luego con crampones. Pero ninguno de los sustantivos le habría servido para expresar otros matices y posibilidades de la nieve igualmente interesantes: el silencio, las huellas desdibujadas de un grupo de montañeros, las sombras azuladas de las últimas hayas, los reflejos cambiantes, la esperanza de la cumbre...

sábado, 21 de febrero de 2009

Últimos pasos



Algunas cumbres exigen a la vez esfuerzo, riesgo y equilibrio.

jueves, 19 de febrero de 2009

"Para que yo la vea"



Carlos Bota Rovira es uno de los personajes que van dando tumbos por las páginas de Isla África, la novela que el periodista Ramón Lobo escribió a partir de sus experiencias como corresponsal de guerra. El relato transcurre principalmente en un centro que los misioneros javerianos promovieron en Sierra Leona con el fin de recuperar a los niños soldado, pero es además un viaje por los prejuicios, los anhelos, las esperanzas y las frustraciones de sus protagonistas. Cabe suponer que el propio autor no andará muy lejos de las reflexiones y los diálogos que alimentan la historia. El tal Bota es un reportero encallecido e iconoclasta al que han diagnosticado un cáncer muy avanzado. Tiene un carácter desabrido y difícil, pero los cuadernos que escribe mientras espera la muerte esconden algunas frases memorables. Por ejemplo: “Camino por la fina arena de la playa y por los bosques de Lakka sintiendo su calor y su humedad y lloro ante tanta hermosura porque sé que está ahí para que yo la vea”. Muchos montañeros habrán sentido algo parecido al atravesar en silencio un hayedo otoñal, al descubrir el paisaje que se abre al otro lado de un collado o al descender de la cima cuando el ocaso alarga las sombras y los pensamientos.

(En la foto, I admira la panorámica que tenía preparada aquel domingo de otoño en la cima del Idoya)

domingo, 8 de febrero de 2009

Carpe diem



“Vivimos con tal aturdimiento que a veces ignoramos lo que tenemos ante nosotros en el momento mismo. ¿Qué hay en ese instante? ¿Cuándo empezó realmente? ¿Acabará en algún momento? No nos detenemos lo suficiente ante lo que tenemos delante y acabamos no conociendo el mundo, por la misma razón que las hormigas ignoran la historia natural”.

(Enrique Vila-Matas, Dietario voluble. En la fotografía, A trata de exprimir el "momento mismo" de la cima, en el Ganbo)

domingo, 1 de febrero de 2009

Gorramendi



La maltrecha construcción de ladrillo que se asoma al collado de Iztulegi y que sirve de ocasional refugio a los pottokas es lo único que queda en pie de la base militar de Gorramendi, un conjunto de radares, antenas y edificios que los norteamericanos levantaron en la cabecera del valle del Baztán hace medio siglo. Eran los años de la guerra fría y Occidente se protegía por tierra, mar y aire de un posible ataque soviético. Gracias al llamado Pacto de Madrid (1953), España había accedido a albergar varias bases militares estadounidenses a cambio de las ayudas del Plan Marshall. Algunas acogieron guarniciones numerosas y aviones de combate de última generación, caso de Zaragoza, Torrejón de Ardoz o Morón de la Frontera. Otras, como la de Gorramendi, fueron estaciones de “alerta y control”, según la denominación oficial. En inglés, el nombre que recibió el destacamento navarro fue el de 877 Squadron Warning Control W-6. Abreviadamente, W-6. Las obras comenzaron en 1954 con la construcción de una carretera de once kilómetros que partía del puerto de Otxondo y terminaba en Gorramakil, la cima contigua a Gorramendi. Las excavadoras y algunas voladuras prepararon el terreno —56 hectáreas expropiadas previamente— para los edificios que se pusieron en pie, de una arquitectura tan desacostumbrada como su contenido. Las imágenes de la época muestran varios bloques aseados y rectilíneos que podrían ser tanto una sofisticada estación de radar como un hospital o una facultad universitaria. Las fotografías son hoy el único medio para hacerse cargo de cómo era la base americana porque en 1974, cuando se retiraron los últimos técnicos y soldados, las instalaciones fueron dinamitadas.

sábado, 31 de enero de 2009

Esquinas



Hay como una lejana y merecida simetría entre los bloques llenos de aristas que coronan la cima del Argintzo y los movimientos angulosos que exigen a los montañeros.

sábado, 24 de enero de 2009

Viaje de ida y vuelta



Estas gotas que hace unas semanas brillaban al borde de un pino aterido en la falda nevada del Txamantxoia habrán bajado ya por algún arroyo invernal al encuentro turbulento del Esca y habrán recorrido el valle del Roncal siguiendo los pasos de las antiguas almadías y habrán descansado en las aguas extensas y pacíficas del embalse de Yesa y habrán escapado por alguno de los aliviaderos vertiginosos hacia el lecho del Aragón y habrán visto fugazmente las almenas reconstruidas de Javier y habrán admirado los paisajes tendidos de Carcastillo o de Mélida y habrán alimentado los regadíos feraces de Milagro y se habrán sumado al viaje majestuoso del Ebro y habrán pasado junto a las torres del Pilar y habrán desembocado mansamente en el Mediterráneo y habrán sorteado embarcaciones y quizá tiburones y habrán ido avanzando poco a poco hacia el Norte de África, donde se forman las nubes que luego vuelven al Pirineo navarro para descargar la lluvia que ha hecho posible está fotografía.

lunes, 12 de enero de 2009

Una sensación cálida



Denis Urubko es uno de los grandes. Es ruso, tiene 35 años y un título en Arte Dramático que arrinconó al descubrir el alpinismo. Reside en Alma Ata (Kazajstan), donde entrena a un grupo de especialistas del ejército. Ha coronado trece ochomiles, incluido el Everest sin oxígeno. Es además un hombre sencillo y generoso que regresó velozmente al Annapurna para tratar de salvar la vida de Iñaki Ochoa de Olza, agonizante a 7.400 metros de altitud. Hace pocos días, los periodistas Carmen Remírez y Josetxo Imbuluzqueta le entrevistaron en Pamplona. “¿Se ha establecido alguna vez un límite o se ha atrevido con todo?”, le preguntaron. Esta fue su respuesta: “He cruzado la línea entre la vida y la muerte tres o cuatro veces. En todas pensaba que no volvía. Afortunadamente, después algo cambió y ahora no sé dónde está mi frontera. En 2004, en el Annapurna, por ejemplo. Estuve en la cima solo, allí sentado. Pensando cómo iba a regresar, si sobreviviría a la bajada. Era como estar en la luna sin saber cómo volver a la tierra. Es la montaña más peligrosa del mundo. Recuerdo que estaba helado, congelado, pero a la vez tenía una sensación cálida. Era de noche y miraba el cielo rodeado de estrellas”.

(La foto está tomada muy lejos del Annapurna: es G, que mira al cielo despejado y vespertino de Quinto Real desde un collado próximo al Argintzo. Fue la primera excursión del 2009)

Hayas en invierno



Los nervios que sostendrán la bóveda del próximo otoño.

martes, 6 de enero de 2009

Cosecha 2008



Mendaur (2), Mendieder (2), Ekaitza (2), Lauordena, Astate, Tutulia, Iparla, Okoro, Treku, San Donato, Errenega, Urkulu, Txurregi, Gaztelu, Artsal, Argintzo, Peña de los Generales, Peña Alba, Tajonar, Irulegui, Tangorri, Malkaitz, Kakueta, Santa Bárbara, Txorrotxarria, Azaltegia, La Pulpitera, Irumugarrieta (2), Aldaon, Beoain, Uakorri, Balerdi, Montejurra, Anayet, Anie (2), Arlas, Collaradeta, Altxueta, Irubelakaskoa, Gorramakil, Gorramendi, Azpitzia, Txamantxoia (2), Ezkaurre Txikia, Petrechema, Punta Abizondo, Iturburúa (2), Espelunca, Lakora, Lakartxela (2), Lapazarra, Chipeta, Mesa de los Tres Reyes, Acherito, Chinebral de Gamueta, Gorreta de Gabachos, Lapaquiza, Ezkaurre, Peña Izaga, Barazea, Otsogorri, Bernera, Bozo de Bernera, Llana del Bozo, Calveira, Idoya, Arnazu, Erremendía, Ezpondarri, Baigura, Motxorro, Illón, San Quirico, Txindoki, Arrubi, Ganbo Txiki, Ganbo, Peña, Auza, Elorregi.
(En la foto, G se dirige hacia la cima del Auza, el 31 de diciembre. Fue la excursión que cerró el año)