sábado, 8 de diciembre de 2012

Pasarela de otoño

Un viejo Boletus Edulis escondido del mundo en un bosque remoto de Urraúl Alto.
Una galanperna (Macrolepiota procera) adornada con las primeras nieves, en una campa próxima  al collado de Larrería.

Láminas de una illarraka (Clytocibe nebularis), en la ladera del Lapazarra.


Un modesto níscalo (Lactarius deliciosus), al pie de un viejo pino, en las campas de Areta.

Tres hermosos Coprinus comatus, al borde de la pista que conduce al pequeño embalse de Koista, en el Irati. Esa una especie fácil de encontrar en muchos caminos de montaña.
Láminas de un champiñón enorme, cerca de la cima de la Garganta de Borau, en el Pirineo de Huesca.

Cualquier sitio es bueno para asomarse al exterior. Hayedo junto a la cima del Ezpondarri.

Una cepa de Pleurotus ostreatus en un viejo tronco de haya del valle de Belabarce.

Una Amanita muscaria en la sierra de Illón.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Otoño

Siempre nos quedará el otoño.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Queratoconjuntivitis

En los últimos años, muchos de los sarrios del Pirineo navarro y oscense han sido víctimas de una epidemia de queratoconjuntivitis. Se trata de "una enfermedad ocular e infecciosa que daña la córnea de los animales y que se transmite a través de insectos, principalmente las moscas", según explicó el periodista Íñigo Salvoch en un reportaje publicado en Diario de Navarra. Aunque la queratoconjuntivitis puede ocasionar la aparición de úlceras sangrantes en los animales -añadía-, "la muerte de los sarrios suele ocurrir muchas veces al despeñarse debido a la ceguera que les produce y a lo accidentado de la orografía en la que viven". El ejemplar de la imagen -tomada hace cuatro años- se encontraba cerca de la cima del Acherito. El sarrio es un animal discreto y huidizo que trepa con rapidez y elegancia por laderas imposibles; hubiese sido imposible acercarse tanto de no ser por su ceguera.

viernes, 12 de octubre de 2012

Panticosa

El balneario de Panticosa es un punto de partida propicio para varias excursiones muy atractivas, incluidos algunos tresmiles. Al contemplar el conjunto se hace casi inevitable recordar a Hans Castorp y, ya puestos, a la Europa que convalecía con él en las páginas de La montaña mágica.

viernes, 5 de octubre de 2012

En las nubes

En el collado de Linza, las nubes eran solo una presencia lejana que apenas inquietaba a los montañeros.

A la altura del Petrechema, las nubes los rodeaban sin interponerse en su camino.

Y junto a la cima de la Mesa de los Tres Reyes, las nubes eran ya solo una parte del paisaje que quedaba a sus pies.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Camino del Infierno

La impresionante marmolera que conduce a los Picos del Infierno se extiende, ya superada, a los pies del montañero. Al fondo se distingue la silueta siempre intimidatoria del Midi d'Ossau.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Luces y sombras en el Balaitús

Ya superada la exigente Brecha Latour, el gran J. se dirige hacia el último repecho previo a la cumbre.

Tres montañeros admiran por última vez las panorámicas que ofrece la cumbre antes de emprender el regreso.

En la Gran Diagonal, con los cinco sentidos y las dos manos empeñados en el descenso.

El Arriel y del Midi d'Ossau iluminan la ruta aún en sombra de los montañeros.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Septiembre

Septiembre es un mes propicio para afrontar nuevos retos. Hay que ponerse en marcha con esa garantía que tantas veces han experimentado los montañeros veteranos: la ascensión es casi siempre el principal estímulo, por encima incluso de la propia cima.

(En la fotografía -tomada ayer, 1 de septiembre- G. dirige sus pasos hacia la cumbre del Zuriain).

miércoles, 29 de agosto de 2012

Sapo

Avanzaba de forma discreta y resignada por el sotobosque de Aztaparreta, pero había como una nostalgia principesca en su mirada.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Nubes bajas

G. y G. descienden de la Cúpula de Secús, el pasado domingo.

martes, 7 de agosto de 2012

De ibón en ibón

El fotógrafo examina su presa junto al ibón de Respumoso, en la primera jornada de la ascensión a la Gran Fache (3.005 metros).

J. y A. contemplan el panorama apenas iniciado el descenso de la Gran Fache. Los ibones adornan el paisaje en todas las direcciones.

A. bordea uno de los ibones próximos al collado de la Fache, ya en el descenso.

Todos los años, el 5 de agosto, fiesta de la Virgen de las Nieves, se celebra una ascensión colectiva a la cima de la Gran Fache con un doble objetivo: recordar a los fallecidos en la montaña con una ceremonia religiosa y reafirmar la amistad entre montañeros franceses y españoles. El mal tiempo impidió este año la eucaristía en la cumbre y desanimó a bastantes montañeros, aunque algunos audaces mantuvieron la tradición. Existe una asociación que agrupa a los amigos de la Fache.

jueves, 2 de agosto de 2012

El paisaje y el alma

"El paisaje es un estado del alma", escribe José Ignacio Tellechea Idígoras en su memorable biografía de San Ignacio de Loyola. La reflexión es muy oportuna y el propio Tellechea, que firma la presentación de su libro en Ituren, al pie del Mendaur, la debió de experimentar en primera persona en más de una ocasión. Es conocido que la vida del santo guipuzcoano dio un giro insospechado mientras convalecía de las heridas que le causó una bombarda el 20 de mayo de 1521, en plena defensa de Pamplona. Recluido en la casa solariega, "para llenar las horas de ocio [...] pidió libros de caballería, a los que era muy dado". Sin embargo, "la demanda fue infructosa y estéril, porque en la casa no había ninguno de los que solía leer", así que le ofrecieron "un Vita Christi y un libro de la vida de la santos en romance". Es difícil calibrar la trascendencia que tuvieron aquellas lecturas en la vida de Íñigo y en la historia de la Iglesia, y sería frívolo buscar la relación causa-efecto desde una perspectiva puramente humana. Pero el biógrafo Tellechea cree que la indudable acción de la gracia divina también se sirvió del paisaje durante aquellos días apacibles y decisivos de Loyola: "[Íñigo] veía con otros ojos la luz otoñal que daba en su ventana, la transición de rosas, grises y azules del Izarraitz con los cambios de tiempo o de horas. Oía con otros oídos las esquilas de los rebaños que se recogían a sus bordas (apriscos), el grito del cashero para achuchar a los bueyes o a las vacas perezosas, la música rítmica del yunque de Errasti y el son distinto de las campanas de Azpeitia en tardes de viento sur". Y concluye: "El paisaje es un estado del alma, y el alma de Íñigo empezaba a cambiar, aunque sea un poco".

(Las frase entrecomilladas proceden de Ignacio de Loyola, solo y a pie, de José Ignacio Tellechea Idígoras. Y la foto corresponde a la cima casi siempre solitaria del Iturburua).

martes, 31 de julio de 2012

Siesta a 2.047 metros

Siesta imperial en la cima del Ezkaurre. Grandes cimas velan el sueño del despreocupado montañero. Enfrente, en primer plano, el Espelunca. Al fondo, el Castillo de Achert y el Bisaurín.

jueves, 26 de julio de 2012

Nubes sin fronteras

C. observa el panorama desde la cima del Anie, el pasado viernes. Aquel día era Francia el país cubierto por las nubes...

martes, 5 de junio de 2012

Arriel


G. en la cima del Arriel, con todo el horizonte del verano por delante.

jueves, 10 de mayo de 2012

Bosque

M avanza hacia el collado de Iztulegi después de haber coronado el Irubelakaskoa.

viernes, 20 de abril de 2012

Una vida valerosa



“Aquí ha vivido los últimos días de su vida valerosa”, dice el epitafio que recuerda al espeleólogo Marcel Loubens en un discreto rincón de la frontera navarra con Francia. El “aquí” es bastante preciso, ya que la placa se encuentra junto a la entrada principal de la sima de San Martín, una de las mayores cavidades del mundo. El ingeniero José Antonio Juncá Ubierna detalla en el libro Bajo el suelo de Navarra que la sima tiene un desnivel máximo de -1.342 metros y que el conjunto incluye más de 50 kilómetros de galerías y una sala, La Verna, donde cabría sin ningún problema el estadio de Reyno de Navarra. El complejo se encuentra bajo el macizo de Larra, en la cabecera del valle de Belagua, a ambos lados de la muga. La piedra caliza que lo acoge es del cretácico superior, lo que supone que ese intrincado laberinto de túneles, cavidades y ríos subterráneos se formó hace miles de años. Sin embargo, sólo ha pasado medio siglo desde que el interior de la sima empezó a ser conocido. Isaac Santesteban, uno de los pioneros de la espeleología en Navarra, ha explicado alguna vez que los franceses empezaron a trabajar en el subsuelo de Larra en 1900. Exploraron primero desfiladeros como el de Kakouetta y entre 1934 y 1939 llegaron en sus prospecciones a la parte alta del macizo. Durante los años de la II Guerra Mundial, con Francia ocupada por los nazis, las expediciones se sirvieron de la vertiente española. Poco después de la contienda se descubrió el acceso a la Sima de San Martín. Era 1950. Los espeleólogos Georges Lepineux, Max Cosyns y Ochialine se habían sentado a descansar en un rincón cercano a la frontera cuando vieron salir una corneja en pleno vuelo de lo que parecía un muro de piedra más o menos liso. Los tres especialistas sabían que las cornejas tienen la costumbre de anidar en grandes cavidades y se acercaron expectantes al muro. Encontraron un pozo que parecía bastante profundo y empezaron a descolgarse con el material que llevaban encima. Pero las cuerdas se les acabaron mucho antes de alcanzar el fondo. Con ayuda de una sonda calcularon que el suelo se encontraba a más de 300 metros de profundidad. En 1951 volvió a la boca un potente grupo francés del que formaban parte el vulcanólogo Haroun Tazieff y Marcel Loubens, un prometedor espeleólogo de 28 años que se había formado con el legendario Norbert Casteret. Utilizaron para el descenso una polea movida a pedales por la que hicieron pasar un cable de acero de cinco milímetros de grosor y 400 metros de longitud. Georges Lepineux fue el primero en introducirse por el agujero. Iba envuelto con un apretado correaje de paracaidista. Cuando pisó el suelo una hora y media después de haberse despedido de sus compañeros en el exterior, había pulverizado el récord mundial de descensos verticales: se encontraba a -346 metros. En la expedición que se organizó al año siguiente murió Marcel Loubens, el 15 de agosto de 1952. Aquel mismo día fue testigo de una de las grandes epopeyas del montañismo navarro: en torno a doscientos aficionados caminaron cerca de doce horas para asistir a misa y a la bendición de una estatua de San Francisco Javier en la Mesa de los Tres Reyes, no muy lejos de donde los compañeros de Loubens trataban inútilmente de izar su cadáver al exterior. Al final optaron por improvisar un mausoleo en el fondo de la cueva. Allí descansó el cuerpo hasta 1954. Loubens no es el único fallecido en la cavidad pirenaica. El 24 de julio de 1971 murió en el interior de la sima Féliz Ruiz de Arkaute Van der Stuken, belga y español, que se había formado en Lovaina y que había conocido a Loubens. También él tiene una placa junto a la entrada original de la cueva –desde 1960 hay otra­ mucho más cómoda– con un mensaje sugerente: “El eslabón no es nada, lo que cuenta es la cadena”.

jueves, 29 de marzo de 2012

Ovejas trabajando



Ovejas en los alrededores de Valcarlos, justo donde arranca la ascensión al Adartza. ¿Habrán hecho huelga hoy? Frédéric Beigbeder diría que estaban fabricando queso...

miércoles, 21 de marzo de 2012

"El ecologista anónimo"




El Borrokosko es un monte discreto y solitario que mira hacia los valles de Urrául Alto y Aézcoa. Tiene a los lados otras cimas igualmente remotas, como el Arnazu y el Ezpondarri. No hay buzón en la cumbre, sólo un pequeño montón de piedras coronado por una cajita de las antiguas diapositivas. El pasado otoño pasó por la cumbre "El ecologista anónimo" y dejó allí un prospecto plastificado con algunos datos, sugerencias y órdenes.

miércoles, 14 de marzo de 2012

En las Tierras Altas



"Sí, mi corazón está en las Tierras Altas al amanecer. Más allá de las colinas y en la lejanía. Hay un modo de llegar allí y ya se me ocurrirá. Bueno, en mi mente ya estoy allí. Y eso bastará por ahora".

("Highlands", Bob Dylan. Time Out Of Mind, 1997. Los versos de este post -cortesía de J.- querrían ser un homenaje a Bob Dylan, que hace cincuenta años exactos publicó su primer LP. La foto, en cambio, es más reciente: fue tomada el pasado verano en el glaciar del Aneto).

viernes, 9 de marzo de 2012

Nuevo impulso



"Respira el aire de las cumbres para fortificarte con un impulso nuevo" (Gabrielle Bossis, Él y yo).

(La foto fue tomada el pasado septiembre, cuando G. bajaba fortalecido con el aire pirenaico del Arriel).

lunes, 27 de febrero de 2012

Sonidos



"Llevaba un montón de días deseando oír este ruidico", confesaba hace nueve días un montañero mientras el hielo del collado de Linza crujía rítmicamente bajo sus crampones.

lunes, 20 de febrero de 2012

Descenso



M. desciende con precaución de Lapaquiza de Linzola. Al fondo, de izquierda a derecha, las cimas de Petrechema, Sobarcal y Acherito se recortan en el espléndido cielo del 18 de febrero

domingo, 19 de febrero de 2012

Nieve



Un montañero se dirige hacia al collado de Linza.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Un menú de altura



Almuerzo de chistorra en la cima del Auntzbide: dos cumbres en una. Hay montañeros capaces de descubrir paralelismos entre un menú de este estilo y la conquista del Annapurna...

lunes, 13 de febrero de 2012

La fragilidad de los árboles



“Mucha gente prefiere el campo en primavera, pero yo creo que nunca está tan bonito como en los primeros días del otoño o bajo los fríos del invierno. Los árboles desnudos, cubiertas de liquen sus ramas quebradizas, pierden su aspecto imponente y parecen seres frágiles a los que cualquiera podría hacer daño. Y el frío, que resulta incómodo, nos ayuda sin embargo a regresar a nosotros mismos, a buscar en nuestro interior una particular intimidad”.


(Marta Rivera de la Cruz, En tiempo de prodigios. Los árboles desnudos e invernales de la imagen se encuentran entre el Gartzaga y el Okolin, a la espera de algún montañero reflexivo)

viernes, 10 de febrero de 2012

Frío



El frío es menos desagradable en el monte, aunque sea más intenso.

sábado, 4 de febrero de 2012

Dos montañeros

Han sido dos sabios, dos maestros, dos periodistas y dos montañeros. Y sobre todo, dos amigos. La misma enfermedad se los ha llevado en Pamplona con apenas tres meses de diferencia. Fernando Pérez Ollo falleció el 18 de octubre de 2011, a los 73 años. “¡Qué duro es que se te muera un amigo!”, confesó aquel día Alfonso Nieto, ya limitado por el cáncer y los tratamientos. Desde el jueves pasado, vuelven a estar juntos.

Maestro de varias generaciones de periodistas, a Alfonso Nieto es difícil recordarle sin el “Don” que añadieron a su nombre los años de rector de la Universidad de Navarra. No era un catedrático al uso: dirigió 23 tesis doctorales, sí, y emprendió proyectos audaces y magnánimos, guiado a veces por intuiciones perspicaces que luego resultaron premonitorias, pero mostraba el mismo entusiasmo al referir las peripecias empresariales de Katherine Graham que al describir las circunstancias que alumbraron el Álbum Blanco de los Beatles. Todo le parecía interesante: los entresijos de una fusión empresarial, los capitales románicos de cualquier iglesia de la Valdorba, un carrillón desportillado, un viejo camino para llegar al Ireber o el último disco de Arcade Fire. Sin embargo, esa inquietud enciclopédica era más bien la superficie: quienes le han conocido quizá recuerden estos días su erudición, sus desvelos intelectuales o su serenidad a prueba de bombas –en sentido estricto–, pero lo que todos le han agradecido por encima de cualquiera de esas cualidades ha sido su cariño, su entrega a los demás, sus detalles, su sonrisa indesmayable.

Fernando Pérez Ollo era uno de sus grandes amigos. También él fue profesor en la Universidad de Navarra, y también dispuso de una inteligencia privilegiada que cultivó con esmero. Como Don Alfonso, era capaz de hablar de tú a tú con un académico de la Lengua, con un pastor curtido por todos los vientos de la Bardena o con el último becario llegado a la redacción de Diario de Navarra, donde trabajó desde el 28 de diciembre de 1963 hasta poco antes de su muerte.

La crítica musical fue quizá su especialidad más constante, aunque escribió crónicas de todos los calibres, entrevistas memorables, reportajes de calado etnográfico y cientos de editoriales. Era capaz de encontrar seis adjetivos para describir el lamento melancólico de un violín y de desvelar, en la página de al lado, el nombre y apellidos de la mujer que inspiró al autor del Monumento a los Fueros.

Don Alfonso y Fernando compartían una curiosidad insaciable que les llevaba a intercambiar libros, fichas y referencias de todo tipo. Se escribían o se llamaban para hacerse partícipes de sus pequeños o grandes hallazgos, siempre con un entusiasmo que los años o la distancia nunca lograron empañar. Disfrutaban con una anotación descubierta en el Archivo Diocesano, con una versión inesperada del Stabat Mater o con un párrafo lapidario de Le Monde. Y también con una comida en Napardi o con una excursión al Burdindogui. Lo más preciso sería decir que disfrutaban con su amistad.

Eran dos montañeros ejemplares. “Para mí, ir al campo es ir al terreno donde se ha desarrollado una historia”, solía comentar Fernando. Su afirmación tenía el aval de las miles de horas que había invertido en todos los archivos posibles y el poso de las conversaciones que había encadenado por la geografía foral con pastores, camineros, curas o jubilados. En Muguetajarra, un remoto despoblado que se esconde en la ladera oriental de Peña Izaga, cualquiera puede admirar todavía las ruinas de tres o cuatro casas y una pequeña iglesia invadida por la maleza. Fernando Pérez Ollo sabía además que el templo estaba dedicado a San Pedro Mártir, que allí estuvo de párroco un hermano de Espoz y Mina o que en el pueblo nació un novillero –Miguel Olza, Vaquerín– que aparece en el Cossío y que murió en 1931 a consecuencia de la cornada que le propinó un astado en Calasparra (Murcia).

-¿Algún paisaje al que le tenga especial afecto? –le preguntaron una vez.

-Me encanta un viejo camino real que va de Ardaiz a Espoz. Cae a trasmano de todo, pero es un lugar precioso. Otro camino muy bonito era el que iba de Azpirotz a Gorriti. Hoy ha quedado muy afectado por la autovía.

Él y Don Alfonso compartieron cientos de excursiones por Navarra, y conocían todos los valles y casi todas las cumbres, pero también las regatas, las bordas, las veredas y las pistas. Sabían donde encontrar perretxikos bien entrado junio, eran capaces de identificar un cantadero de urogallos, habían admirado juntos la convivencia forestal de hayas y abetos, y podían estar saliendo decenas de domingos sin repetir un solo recorrido.

Don Alfonso, rector de la Universidad de Navarra en una etapa muy complicada –de 1979 a 1991–, se escapaba con frecuencia para airear sus preocupaciones a la sombra de unos robles o junto a un arroyo cantarín. “Solía decir que las soluciones a muchos problemas las resolvía pensando bajo las hayas y al calor del otoño”, ha escrito de él José Javier Uranga, Ollarra, otro de sus grandes amigos.

Eran capaces de llegar al Ezpondarri por tres vías diferentes y disfrutaban con las vistas imponentes que ofrece la Peña Oroel o con el camino sembrado de bojes que sube a Larrogain. “Ahora hay mucha gente que sale, pero siempre a los mismos sitios –se quejaba en alguna ocasión Fernando–. Hay pocos que sepan dónde está Usumbeltz, o cuántas Artetas hay en Navarra, o cuántos Gorraiz, y dónde se encuentran”.

Ellos nunca dejaron de salir, de buscar, de disfrutar. Sus excursiones era alegres y en ocasiones intrépidas, y siempre les fueron aproximando a la cumbre definitiva: la que ahora comparten felices y descansados. Es fácil imaginarlos juntos y risueños, confrontando sus recuerdos, poniéndose al día de las últimas novedades, degustando quizá un bocadillo de sardinas Miau mientras admiran el paisaje de la eternidad, donde ya no hay lunes que valga.

lunes, 30 de enero de 2012

Colón de altura



Un imitador de Colón en la cima del Ezpondarri. No señala a América sino al valle de Urraúl Alto.

lunes, 23 de enero de 2012

En tránsito



Decía Bob Dylan que "un artista debe tener cuidado de no llegar a ningún sitio donde crea que ya ha estado antes", que "es preciso estar siempre en un estado de tránsito". La reflexión no excluye a los montañeros que vuelven sobre sus pasos: una cima es siempre un lugar nuevo, aunque se haya pisado antes.

(En la imagen, G. avanza con cuidado hacia la cumbre del Chipeta pocos minutos antes de que un helicóptero rompiese el llamativo silencio del paisaje: se dirigía a Peña Forca para rescatar a Ibon Rekarte Juanikorena, de Santesteban, que resbaló en una placa de hielo y cayó 150 metros, hasta chocar con una roca. Sufrió algunas fracturas y contusiones, pero nada grave. El accidente se produjo el 27 de diciembre.)