domingo, 31 de julio de 2011

Belleza variable



"La naturaleza debía de estar contenta de que yo fuese tan feliz", piensa Jane Eyre con ocasión de uno de los episodios más risueños de la novela. Es una reflexión sugerente, pero la relación causa-efecto es probablemente la contraria: la belleza "objetiva" de la naturaleza se percibe y se saborea y se agradece mejor cuando las nubes no ensombrecen el alma del observador, sea este un montañero veterano o una institutriz de la Inglaterra victoriana que acaba de descubrir el amor.




(En la imagen, E. avanza por la magnífica cresta de los Alanos, aún más magnífica cuando se recorre con la adecuada temperatura interior).

jueves, 28 de julio de 2011

Horizonte



J. y A. inician el descenso de Lakartxela. Les espera el horizonte quebrado y prometedor de un nuevo curso.

viernes, 22 de julio de 2011

Panorama



Un montañero contempla desde el collado de Petrechema las nubes que cubren Francia. Con un poco de perspectiva, la densidad y los agobios de la niebla se diluyen enseguida...

miércoles, 20 de julio de 2011

Una locura



Esto es lo que acertó a explicarle Holden Cauldfield a su hermana Phoebe: “Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo estoy yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura”.

(El campo de la imagen -que ya estará más que segado a estas alturas del verano- brillaba el pasado junio junto a la localidad de Guembe, en el valle de Guesálaz: un buen sitio para iniciar la subida al Elimendi).