Esa belleza es también la del alma y ser de mi tío Conrado, el hermano mayor de mi padre. Él fue el ingeniero que ideó y montó toda la central del ibón, finales de los sesenta. Yo subí allí por primera vez con su hijo José Miguel, mi primo y quinto, allá por el año 70. Pasamos tanto frío climático como calor humano, con una comida de fogón preparada por una peña de currelas imborrable. El ibón, la gente, la familia, Villanúa (allí estaba "la casa del ingeniero" donde dormíamos), Canfranc... son un pedazo de juventud de esos que nunca se me borrará. Mi tío Conrado (Zaragoza, 1917) no recuerda qué ha comido hoy al mediodía, pero si escucha a alguno de sus once hijos discutir sobre la mejor tuerca para un embalse, les dice sin titubear: "Si es para engranar, las alemanas de H&R de doble giro son las perfectas, siempre que no superen los 38mm". Gracias por hacer que vuelva a recordar a un tío grande, al que siempre he querido con devoción.
Javier, seguramente tendrás que hacer memoria para recordarme, pero me apetecía muchísimo saludarte. Si te digo que en el Diario me llamaban (y me llaman) Chicuelo y que mi pasión son los toros quizá ya recuerdes un poco más, ¿verdad? Esta mañana he comenzado a leer el blog de Ignacio Murillo (los toricos, ya sabes) y he ido llegando poco a poco hasta esta página. La sorpresa ha sido descubrir quién es el autor. Simplemente quería darte la enhorabuena por las magníficas historias que siempre cuentas. Para modestos aficionados al monte como somos mi mujer y yo, que apenas nos atrevemos con montes como el Saioa o el Adi y que pasamos vértigo subiendo al Lakora, estas historias nos ponen los dientes largos. Enhorabuena por ese magnífico artículo que ha escrito en Nuestro Tiempo. Javier, nada más, un abrazo muy fuerte! Miguel
¡Chicuelo! Esta sí que es una buena noticia. Qué bien saber algo de ti. ¿Cuál es tu email? A mí me puedes encontrar en jmarrodan@unav.es. O aquí mismo, como ya has comprobado. Un abrazo.
Se habla siempre del ideal como de una meta a la que se tiende sin alcanzarla jamás. Para cada uno de nosotros, el Annapurna representa un ideal hecho realidad. Para nosotros, la montaña siempre ha sido un campo de acción natural, donde, en la frontera entre la vida y la muerte, encontrábamos esa libertad que andábamos buscando a tientas y que necesitábamos como el pan. Las montañas nos han obsequiado con su belleza, y nosotros las hemos amado con la ingenuidad propia de un niño, las hemos reverenciado con el respeto que un monje siente por lo divino. Ese Annapurna, al que nos habíamos dirigido con las manos vacías, es un tesoro del que habremos de vivir durante el resto de nuestros días. Conscientes de esto, volvemos una página de nuestra existencia: una nueva vida comienza. En la vida de los hombres hay otros Annapurnas.
(Maurice Herzog, inmóvil en una camilla, poco después de haber conquistado el primer ochomil)
4 comentarios:
Estoy muy lejos, pero veo la imagen y un calambre me recorre las piernas.
Esa belleza es también la del alma y ser de mi tío Conrado, el hermano mayor de mi padre. Él fue el ingeniero que ideó y montó toda la central del ibón, finales de los sesenta. Yo subí allí por primera vez con su hijo José Miguel, mi primo y quinto, allá por el año 70. Pasamos tanto frío climático como calor humano, con una comida de fogón preparada por una peña de currelas imborrable. El ibón, la gente, la familia, Villanúa (allí estaba "la casa del ingeniero" donde dormíamos), Canfranc... son un pedazo de juventud de esos que nunca se me borrará.
Mi tío Conrado (Zaragoza, 1917) no recuerda qué ha comido hoy al mediodía, pero si escucha a alguno de sus once hijos discutir sobre la mejor tuerca para un embalse, les dice sin titubear: "Si es para engranar, las alemanas de H&R de doble giro son las perfectas, siempre que no superen los 38mm".
Gracias por hacer que vuelva a recordar a un tío grande, al que siempre he querido con devoción.
Javier, seguramente tendrás que hacer memoria para recordarme, pero me apetecía muchísimo saludarte. Si te digo que en el Diario me llamaban (y me llaman) Chicuelo y que mi pasión son los toros quizá ya recuerdes un poco más, ¿verdad?
Esta mañana he comenzado a leer el blog de Ignacio Murillo (los toricos, ya sabes) y he ido llegando poco a poco hasta esta página. La sorpresa ha sido descubrir quién es el autor. Simplemente quería darte la enhorabuena por las magníficas historias que siempre cuentas. Para modestos aficionados al monte como somos mi mujer y yo, que apenas nos atrevemos con montes como el Saioa o el Adi y que pasamos vértigo subiendo al Lakora, estas historias nos ponen los dientes largos. Enhorabuena por ese magnífico artículo que ha escrito en Nuestro Tiempo.
Javier, nada más, un abrazo muy fuerte!
Miguel
¡Chicuelo!
Esta sí que es una buena noticia. Qué bien saber algo de ti. ¿Cuál es tu email? A mí me puedes encontrar en jmarrodan@unav.es. O aquí mismo, como ya has comprobado.
Un abrazo.
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