
En Punta Vernera, una casa sencilla y oxidada emerge entre las nieblas del Pirineo oscense. En el Olotoki, en la sierra de Areta, un cilindro rojo anuncia la llegada a la cumbre, apenas un claro entre los hayedos que trepan por la ladera. En el Mortxe, el buzón está arropado por un pañuelo que se agita con los vientos procedentes del Sarbil.