
Casi todas las cimas incluyen la recompensa del paisaje: los picos esculpen sus perfiles contra el cielo, los bosques trepan por las laderas con distintas tonalidades, se iluminan los arroyos y los caminos, y los pueblos adornan el fondo de los valles. A veces, en días muy despejados, el montañero puede distinguir incluso el horizonte de su alma.
(En la foto, J admira el panorama que brinda la cumbre del Mortxe)