
La maltrecha construcción de ladrillo que se asoma al collado de Iztulegi y que sirve de ocasional refugio a los pottokas es lo único que queda en pie de la base militar de Gorramendi, un conjunto de radares, antenas y edificios que los norteamericanos levantaron en la cabecera del valle del Baztán hace medio siglo. Eran los años de la guerra fría y Occidente se protegía por tierra, mar y aire de un posible ataque soviético. Gracias al llamado Pacto de Madrid (1953), España había accedido a albergar varias bases militares estadounidenses a cambio de las ayudas del Plan Marshall. Algunas acogieron guarniciones numerosas y aviones de combate de última generación, caso de Zaragoza, Torrejón de Ardoz o Morón de la Frontera. Otras, como la de Gorramendi, fueron estaciones de “alerta y control”, según la denominación oficial. En inglés, el nombre que recibió el destacamento navarro fue el de 877 Squadron Warning Control W-6. Abreviadamente, W-6. Las obras comenzaron en 1954 con la construcción de una carretera de once kilómetros que partía del puerto de Otxondo y terminaba en Gorramakil, la cima contigua a Gorramendi. Las excavadoras y algunas voladuras prepararon el terreno —56 hectáreas expropiadas previamente— para los edificios que se pusieron en pie, de una arquitectura tan desacostumbrada como su contenido. Las imágenes de la época muestran varios bloques aseados y rectilíneos que podrían ser tanto una sofisticada estación de radar como un hospital o una facultad universitaria. Las fotografías son hoy el único medio para hacerse cargo de cómo era la base americana porque en 1974, cuando se retiraron los últimos técnicos y soldados, las instalaciones fueron dinamitadas.