lunes, 22 de diciembre de 2008
Belén viviente
Fue el domingo, cerca de Huici. Las cuatro ovejas ofrecían una estampa tan apacible y luminosa, que resultaba fácil imaginar por los alrededores el resto del belén: los pastores curtidos e inmóviles, una hilandera apostada junto al recio caserío, el burro que avanza dócil y pesadamente, la zagala que sostiene el cántaro sin perder nunca el equilibrio, los pajes de túnicas coloristas, los camellos altivos, los cofres de aromas penetrantes, el viejo que carga con un par de conejos, las gallinas inquietas, el riachuelo de aguas brillantes, incluso un rumor de ángeles que desciende de la cumbre cercana del Atume. Lo fácil sería decir que aquellas cuatro ovejas podrían incorporarse con todo derecho a un belén viviente. Y lo cierto es que realmente forman parte de un belén, de un belén viviente: el que empezó a organizarse hace dos mil años, el mismo por el que caminamos nosotros, unos por el monte y otros por la ciudad, a veces desorientados, a veces esperanzados, con razones o sin ellas, unos ajenos al sentido de los propios pasos, otros tratando de encontrarlo, pero todos, de un modo u otro, buscando en las jornadas siempre iguales el rastro de la zagala esbelta, el perfil majestuoso de los magos o el camino que tomaron los pastores. Todos, conscientes o no, dispuestos a asomarnos a la escena que preside a la vez la historia, los belenes y nuestras vidas. Felices Navidades.
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4 comentarios:
Siempre es un placer leer tus magníficos textos!!
Y yo, de momento, ya he mandado el link del post a una familia amiga como felicitación navideña. Zorionak.
Zorionak.
Querido Javier, he tratado de recuperar tu correo desde los comentarios de mi blog pero no sé qué he hecho. Quería únicamente darte las gracias por tus visitas y desearte una Feliz Navidad casi cuando estoy a punto de volver a Pamplona para la Nochebuena. Un abrazo.
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