viernes, 20 de junio de 2008
Father and Son
Se titula Father and Son y es una de las mejores canciones de Cat Stevens. En tres minutos y cuatro estrofas, un padre y un hijo alternan los argumentos y las impresiones que han intercambiado casi todos los padres y los hijos que en el mundo han sido. El padre emplea razones del estilo “No es tiempo para hacer un cambio”, “Todavía eres muy joven”, “Hay tanto que tienes que saber”, “Con tranquilidad puedes encontrar lo que buscas” o “Tomatelo con calma”. El hijo se defiende con ideas del tipo “Siempre es la misma vieja historia”, “Ahora es mi turno”, “Sé que tengo que marcharme”, “Es duro, pero es más difícil ignorarlo”. La canción es conmovedora porque también la melodía y la voz de Cat Stevens reproducen el abismo que separa a una generación de otra: apenas hace falta seguir la letra para saber qué se están diciendo el padre y el hijo. La foto que ilustra estas líneas es un trasunto montañero de “la misma vieja historia”: J observa a media ladera cómo su hijo M desciende del Anie empujado a la vez por la euforia de la cumbre y la inexperiencia de sus doce años.
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4 comentarios:
He ampliado la foto y he descubierto que en la capucha roja se ve una especie de rostro de muñeco (con dos ojos, narizota y un amago de boca). Fíjate: parece que el chaval va pero viene, que baja pero que sube. Da susto.
Seguro que también ahí rascamos alguna metaforilla. (¿Cat Stevens no pasó a ser Yusuf Islam?)
Curiosa foto, bonita canción e inquietante capucha.
Soy J., el padre de M., el de la fotografía, para que nos entendamos. Fue una jornada dura, a ratos muy dura, pero inolvidable. Sobre todo para mi hijo, que no creo que olvide jamás ese ascenso. Le sirvió, además de para presumir ante sus compañeros cuando volvió al colegio, para descubrir que la montaña le gusta. Desde aquel día me ha preguntando muchas veces: "¿Cuándo vamos a ir al monte?". Y después, con la boca pequeña, añade: "Pero que no sea tan duro como el Anie, eh". Yo también aprendí algunas cosas aquel día, y al menos una de ellas no se me va a olvidar jamás: hay que llevar siempre ropa de abrigo, aunque a pie de monte haga un día extraordinario. Prometo recordarlo.
Me veo obligado a escribir también en esta entrada. Conocí la montaña gracias a mi padre, y sigo haciéndolo a través de él. Es curioso; al principio él cuidaba de mí, ahora lo hago yo.
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