Aquí, sobre mi mesa, un edelweiss
de Peña Blanca, una
estrella arrebatada a las celliscas
y al áspero silencio de las rocas supremas.
De su palacio de cristal azul
en donde su belleza se sumaba
a las constelaciones temblorosas,
a las lágrimas puras del crepúsculo,
yo la bajé por una escalinata
salvaje de fragancias, aguas y trinos
hasta este exilio gris de mis horas.
Ahora
contemplo su cintura de zarina,
su altivo terciopelo, su broche de oro, y viene
a mí toda la luz de Panticosa,
el imposible azul de los ibones,
el látigo de enero en la brecha Latour,
las cascadas, los bosques musicales de Oza,
la fiesta del otoño enBelabarce...
Por esta flor recorro los caminos
que he perdido; por ella
sigo viviendo donde ya no vivo.
de Peña Blanca, una
estrella arrebatada a las celliscas
y al áspero silencio de las rocas supremas.
De su palacio de cristal azul
en donde su belleza se sumaba
a las constelaciones temblorosas,
a las lágrimas puras del crepúsculo,
yo la bajé por una escalinata
salvaje de fragancias, aguas y trinos
hasta este exilio gris de mis horas.
Ahora
contemplo su cintura de zarina,
su altivo terciopelo, su broche de oro, y viene
a mí toda la luz de Panticosa,
el imposible azul de los ibones,
el látigo de enero en la brecha Latour,
las cascadas, los bosques musicales de Oza,
la fiesta del otoño enBelabarce...
Por esta flor recorro los caminos
que he perdido; por ella
sigo viviendo donde ya no vivo.
(Miguel d’Ors. Es cielo y es azul)
2 comentarios:
Un texto hermoso. Es increíble cómo inspira la naturaleza.
Buena fotografía, también.
Apunto: hay una fiesta de edelwais en el comienzo de la senda de los Cazadores, por el lado de la Cola de Caballo, en Ordesa.
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