“Todas las familias felices se parecen y las desgraciadas lo son cada una a su manera”, se lee en la primera página de Anna Karenina. Ésta de la foto bajaba risueña y locuaz del Petrechema. Se esperaron unos a otros en el collado de Linza y continuaron juntos hacia el fondo del valle, ya envuelto por las primeras sombras del ocaso. En las risas y las voces que fueron sembrando mientras se alejaban se podía adivinar a la vez el entusiasmo de los hijos y el orgullo de los padres. El monte es un buen lugar para sentirse feliz, también en familia.
lunes, 18 de agosto de 2008
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3 comentarios:
Yo, que fui (soy) hijo y que ahora soy padre, suscribo tu aseveración sobre la felicidad de la familia en el monte. Es algo difícil de transmitir a quien no lo ha vivido, enseñar a atarse las botas, a coger cerezas, a compartir la cantimplora,... lecciones de la montaña, lecciones de la vida.
Nunca me siento tan feliz como cuando paseo con mi hijo por el monte.
Me-ha-en-can-ta-do. Tengo tres hijos pequeños y soy montañero. Como es facil imaginar, me siento muy cercano a estas palabras vuestras.
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