lunes, 14 de julio de 2008

La cordada



Podría decirse de Peter Habeler que es una referencia indispensable en la historia del montañismo, pero sería poco. Peter Habeler —que ensaya una sonrisa con aire tímido a la izquierda de la imagen— es el compañero que todos los alpinistas hubiesen querido tener a su lado en cualquier paisaje mínimamente vertical. Su nombre no es tan conocido como el de Reinhold Messner —a la derecha de la fotografía—, pero compartió con él varias gestas que luego alimentarían algunos de los clásicos de la literatura alpina, desde la cara norte del Eiger o el espolón Walker de las Grandes Jorasess hasta la pared sur del Dhaulagiri o el Everest sin oxígeno. En el libro Las grandes paredes, Reinhold Messner le dedicó unos párrafos que quizá le hacen justicia y que encierran algunas reflexiones muy útiles para muchos aspectos de la vida, incluido el montañismo. “La elección correcta del compañero para una determinada empresa alpinística constituye una condición previa básica para el éxito —escribió el pionero de los catorce ochomiles—. La confianza mutua tiene que ser muy grande; especialmente en los casos críticos, puede incluso depender de ella el hecho de salvar la vida. En mi carrera alpinística no he conocido hasta ahora a mejor compañero que Peter Habeler. Siempre nos hemos entendido estupendamente. La causa de ello no estriba únicamente en que Peter es un gran experto, que sus condiciones son siempre magníficas y que a mí me encanta su carácter, sino simplemente su modo de ser (…). En una ascensión, uno asume intuitivamente el liderazgo moral y/o el liderazgo físico. También con Peter y yo ocurre así, con la única diferencia de que esta situación cambia a menudo durante una misma escalada, y en cada momento asume la dirección de la cordada aquel de los dos que domina mejor la situación. En ello no se origina entre nosotros rivalidad alguna. Según como vayan desarrollándose las cosas, es uno y otro quien va delante (…). El hecho de que en cualquier momento sea el más fuerte quien asuma la dirección es, en el fondo, algo natural en toda relación entre seres humanos y viene dado por la naturaleza. Pero no es raro que suceda que la ambición del alpinista, el excesivo aprecio de sí mismo o el deseo de deslumbrar a los demás vengan a trastornar este orden natural y de ello se deriven situaciones peligrosas para la cordada o para toda una expedición. Estoy seguro, y muchas veces he observado esto en algunos de mis amigos y en mí mismo, de que el que lleva la delantera rinde más especialmente cuando se trata de asegurar al compañero. En el caso de Peter y yo, estos cambios de liderazgo se efectúan con tanta naturalidad que nunca hemos discutido sobre ello y probablemente por este motivo han tenido éxito la mayor parte de nuestras empresas”.

4 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Leí ayer tu artículo en Nuestro tiempo sobre los montañeros y la muerte y me gustó mucho, muchísimo. Sigo sin acabar de entender qué es lo que mueve a los montañeros, pero creo que he entrevisto algo de su grandeza en ese artículo. Mi enhorabuena

Anónimo dijo...

Así que los que verdaderamente tienen la capacidad de coordinar tareas y asumir responsabilidades residen discretamente en las montañas más altas...

Ahora me explico muchas de las cosas que pasan aquí abajo.

JL

eresfea dijo...

Magistral.

Minerva dijo...

Nunca he escalado una montaña, pero ya estoy en plena etapa de entrenamiento. Eso sí: como en la vida, las personas buscan inspiración y liderazgo que los guíe. De eso se trata. De caminos, de cumbres, de compañerismo, desafíos y aprendizaje. Un texto para recordar.