"El paisaje es un estado del alma", escribe José Ignacio Tellechea Idígoras en su memorable biografía de San Ignacio de Loyola. La reflexión es muy oportuna y el propio Tellechea, que firma la presentación de su libro en Ituren, al pie del Mendaur, la debió de experimentar en primera persona en más de una ocasión. Es conocido que la vida del santo guipuzcoano dio un giro insospechado mientras convalecía de las heridas que le causó una bombarda el 20 de mayo de 1521, en plena defensa de Pamplona. Recluido en la casa solariega, "para llenar las horas de ocio [...] pidió libros de caballería, a los que era muy dado". Sin embargo, "la demanda fue infructosa y estéril, porque en la casa no había ninguno de los que solía leer", así que le ofrecieron "un Vita Christi y un libro de la vida de la santos en romance". Es difícil calibrar la trascendencia que tuvieron aquellas lecturas en la vida de Íñigo y en la historia de la Iglesia, y sería frívolo buscar la relación causa-efecto desde una perspectiva puramente humana. Pero el biógrafo Tellechea cree que la indudable acción de la gracia divina también se sirvió del paisaje durante aquellos días apacibles y decisivos de Loyola: "[Íñigo] veía con otros ojos la luz otoñal que daba en su ventana, la transición de rosas, grises y azules del Izarraitz con los cambios de tiempo o de horas. Oía con otros oídos las esquilas de los rebaños que se recogían a sus bordas (apriscos), el grito del cashero para achuchar a los bueyes o a las vacas perezosas, la música rítmica del yunque de Errasti y el son distinto de las campanas de Azpeitia en tardes de viento sur". Y concluye: "El paisaje es un estado del alma, y el alma de Íñigo empezaba a cambiar, aunque sea un poco".
(Las frase entrecomilladas proceden de Ignacio de Loyola, solo y a pie, de José Ignacio Tellechea Idígoras. Y la foto corresponde a la cima casi siempre solitaria del Iturburua).
jueves, 2 de agosto de 2012
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1 comentario:
Un cierto paisaje está siempre con nosotros, inmutable. Y al mismo tiempo no está, no puede estar, no podemos aprehenderlo. Es su/nuestra naturaleza.
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