Un montañero contempla desde el collado de Petrechema las nubes que cubren Francia. Con un poco de perspectiva, la densidad y los agobios de la niebla se diluyen enseguida...
J.,las nubes, densas y oscuras, cubren ahora todo mi horizonte. El único resquicio que atisbo me llevaría lejos de aquí. Más lejos aún de mi tierra. Y me obligaría a importantes cambios en mi organización familiar.... Dicen todos: que suerte, nada más acabar y tienes una oferta... Y yo digo: qué suerte.... Pero no puedo dejar de llorar.
Se habla siempre del ideal como de una meta a la que se tiende sin alcanzarla jamás. Para cada uno de nosotros, el Annapurna representa un ideal hecho realidad. Para nosotros, la montaña siempre ha sido un campo de acción natural, donde, en la frontera entre la vida y la muerte, encontrábamos esa libertad que andábamos buscando a tientas y que necesitábamos como el pan. Las montañas nos han obsequiado con su belleza, y nosotros las hemos amado con la ingenuidad propia de un niño, las hemos reverenciado con el respeto que un monje siente por lo divino. Ese Annapurna, al que nos habíamos dirigido con las manos vacías, es un tesoro del que habremos de vivir durante el resto de nuestros días. Conscientes de esto, volvemos una página de nuestra existencia: una nueva vida comienza. En la vida de los hombres hay otros Annapurnas.
(Maurice Herzog, inmóvil en una camilla, poco después de haber conquistado el primer ochomil)
2 comentarios:
Lánzate... lánzate a Lescun, ¡la hierba promete estar verde y fresca!
J.,las nubes, densas y oscuras, cubren ahora todo mi horizonte. El único resquicio que atisbo me llevaría lejos de aquí. Más lejos aún de mi tierra. Y me obligaría a importantes cambios en mi organización familiar....
Dicen todos: que suerte, nada más acabar y tienes una oferta... Y yo digo: qué suerte.... Pero no puedo dejar de llorar.
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