sábado, 31 de octubre de 2009
Langosta
Lo único que hace verosímil a la langosta es su tamaño. Si midiera un metro, sus extremidades imposibles, su coraza brillante y sus saltos superlativos no encontrarían sitio ni en un cómic de inspiración jurásica. Pero es pequeña y discreta, y su morfología extraordinaria no intimida a casi nadie. Aún así, es mejor no perderle el respeto: quizá este ejemplar que hacía tiempo junto al viejo camino de Lapazarra estaba esperando en realidad la llamada de la especie para sumarse a una nube de individuos enfurecidos y bajar al valle a doblar la cerviz de algún faraón contemporáneo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Bonito hilo, hace poco pasé por esa solitaria cumbre rodeando los límites de Larra. No sé, mi imaginación me hizo pensar más en dragones y cosas por el estilo en ese mundo kárstico...
No vendría mal, a modo de plaga bíblica,ese final que insinúas para tu langosta, necesaria cura de humildad a más de uno!
En estos casos, soy más de mar que de montaña.
¿Qué dirías de la mantis religiosa? El otro día encontré una descomunal debajo del tobogán por el que se deslizaban mis hijos.
¿Qué diferencia hay entre los bichos verdes y los negros? Nunca lo he sabido.
Publicar un comentario