Carlos Bota Rovira es uno de los personajes que van dando tumbos por las páginas de Isla África, la novela que el periodista Ramón Lobo escribió a partir de sus experiencias como corresponsal de guerra. El relato transcurre principalmente en un centro que los misioneros javerianos promovieron en Sierra Leona con el fin de recuperar a los niños soldado, pero es además un viaje por los prejuicios, los anhelos, las esperanzas y las frustraciones de sus protagonistas. Cabe suponer que el propio autor no andará muy lejos de las reflexiones y los diálogos que alimentan la historia. El tal Bota es un reportero encallecido e iconoclasta al que han diagnosticado un cáncer muy avanzado. Tiene un carácter desabrido y difícil, pero los cuadernos que escribe mientras espera la muerte esconden algunas frases memorables. Por ejemplo: “Camino por la fina arena de la playa y por los bosques de Lakka sintiendo su calor y su humedad y lloro ante tanta hermosura porque sé que está ahí para que yo la vea”. Muchos montañeros habrán sentido algo parecido al atravesar en silencio un hayedo otoñal, al descubrir el paisaje que se abre al otro lado de un collado o al descender de la cima cuando el ocaso alarga las sombras y los pensamientos.
(En la foto, I admira la panorámica que tenía preparada aquel domingo de otoño en la cima del Idoya)
4 comentarios:
bravo!
sarrio dixit
Esta entrada me ha encantado. Enhorabuena, transmites mucho en muy pocas líneas. Eso es calidad. Un abrazo.
Es lo que yo siento paseando por tu 'blog', lo que Carlos Bota Rovira en aquella playa de Lakka.
Gracias, Javier.
María José A.
Sienpre que vengo, encuentro la paz.
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