domingo, 13 de abril de 2008

La plaga que no cesa

Se llama Thaumetopoea pytiocampa, es un insecto el orden de los lepidópteros y debe su nombre común a las largas procesiones que aún recorren estos días el suelo de muchos pinares. Su vida tiene varios ciclos. Las mariposas o hembras adultas ponen los huevos en las agujas de los pinos. Allí, después de 30 o 40 días, nacen las orugas. Éstas son las responsables de esa especie de ovillos de color blanco y textura incierta que colonizan las copas de tantos pinos: son sus nidos y son de seda. Los animales alcanzan la madurez al terminar el invierno y descienden a tierra firme con el fin de buscar refugio en el subsuelo. Es entonces cuando se forman hileras como la que aparece en esta fotografia, tomada el pasado domingo entre las modestas cimas de Irulegui y Tangorri. Las comitivas van siempre guiadas por una hembra y dejan a su paso un fino hilo de seda que brilla bajo al sol amable de la primavera. Cuando se acerque el verano, los adultos saldrán al exterior, ya convertidos en mariposas. Y vuelta a empezar. Las 112.000 hectáreas de pino que hay en Navarra ofrecen posibilidades extensas a la procesionaria. Todos los años se fumigan desde una avioneta alrededor de 7.000 hectáreas, pero la plaga es inevitable: forma parte del paisaje y parece que seguirá haciéndolo. Los expertos aseguran que es raro que la procesionaria mate un árbol. Lo habitual es que vaya devorando las acículas o agujas del pino. Esto dificulta la fotosíntesis de la planta y retrasa su crecimiento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy a pasar este texto a mis hijos. Ayer me pusieron en aprietos sobre esta cuestión y ahora tengo una explicación clara, concisa, concreta y amena.

eresfea dijo...

Los cucos, que llegan al final del invierno, comen procesionarias.

Luisgui dijo...

Joe Javier, pareces un libro de lo que Andrea estudia en eso que ahora se denomina Conocimiento del Medio, y que nosotros conocimos simplemente como Naturales.
En Otxondo y otros puertos de montaña de Navarra vas aplastándolas con la bici casi sin querer. Son la muerte silenciosa de nuestros bosques, hay que exterminarlas.