martes, 6 de abril de 2010
Belleza vespertina
La tarde se extendía sobre el hayedo interminable del Irati, las sombras avanzaban hacia la orilla, el bosque se adornaba con nuevos matices y murmullos, y las últimas luces se entretenían en la superficie tranquila del embalse de Irabia. Los montañeros los descubrieron entre los árboles cuando regresaban cansados del Okabe: estaban sentados junto al agua, despreocupados y risueños, sin saber que su felicidad hacía aun más hermoso el paisaje.
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1 comentario:
Te parecerá mentira pero no conozco el hayedo de Irati. La foto es preciosa. Y la descripción aún más.
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