sábado, 19 de julio de 2008

Soledad


Estaba solo en la cima del Irubelakaskoa. Era francés. Su mochila y su bastón artesano descansaban sobre unas piedras. Miraba hacia el Iparla, amenazado por una tormenta estival. Quizá se miraba a la vez a sí mismo. Llegaron otras personas a la cumbre y hubo un rumor festivo de jadeos, saludos, fotografías y almuerzos, pero nadie se atrevió a interrumpirle: su soledad parecía sincera. Al fondo de la imagen, a la derecha, se distingue el perfil del Auza, el monte más alto del Baztán. Según contaron los periódicos, fue allí, en alguna ladera discreta y próxima a la muga, donde Txeroki impartió las últimas instrucciones al comando que perpetró el atentado de la T-4 de Barajas. Aquella explosión costó la vida a Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. Podría ser que ambos estuviesen hoy vivos si Txeroki también se hubiera sentado frente al paisaje y frente a sí mismo.

viernes, 18 de julio de 2008

Collado de Anayet



A veces el hombre es la medida del paisaje, incluso a su pesar.

lunes, 14 de julio de 2008

La cordada



Podría decirse de Peter Habeler que es una referencia indispensable en la historia del montañismo, pero sería poco. Peter Habeler —que ensaya una sonrisa con aire tímido a la izquierda de la imagen— es el compañero que todos los alpinistas hubiesen querido tener a su lado en cualquier paisaje mínimamente vertical. Su nombre no es tan conocido como el de Reinhold Messner —a la derecha de la fotografía—, pero compartió con él varias gestas que luego alimentarían algunos de los clásicos de la literatura alpina, desde la cara norte del Eiger o el espolón Walker de las Grandes Jorasess hasta la pared sur del Dhaulagiri o el Everest sin oxígeno. En el libro Las grandes paredes, Reinhold Messner le dedicó unos párrafos que quizá le hacen justicia y que encierran algunas reflexiones muy útiles para muchos aspectos de la vida, incluido el montañismo. “La elección correcta del compañero para una determinada empresa alpinística constituye una condición previa básica para el éxito —escribió el pionero de los catorce ochomiles—. La confianza mutua tiene que ser muy grande; especialmente en los casos críticos, puede incluso depender de ella el hecho de salvar la vida. En mi carrera alpinística no he conocido hasta ahora a mejor compañero que Peter Habeler. Siempre nos hemos entendido estupendamente. La causa de ello no estriba únicamente en que Peter es un gran experto, que sus condiciones son siempre magníficas y que a mí me encanta su carácter, sino simplemente su modo de ser (…). En una ascensión, uno asume intuitivamente el liderazgo moral y/o el liderazgo físico. También con Peter y yo ocurre así, con la única diferencia de que esta situación cambia a menudo durante una misma escalada, y en cada momento asume la dirección de la cordada aquel de los dos que domina mejor la situación. En ello no se origina entre nosotros rivalidad alguna. Según como vayan desarrollándose las cosas, es uno y otro quien va delante (…). El hecho de que en cualquier momento sea el más fuerte quien asuma la dirección es, en el fondo, algo natural en toda relación entre seres humanos y viene dado por la naturaleza. Pero no es raro que suceda que la ambición del alpinista, el excesivo aprecio de sí mismo o el deseo de deslumbrar a los demás vengan a trastornar este orden natural y de ello se deriven situaciones peligrosas para la cordada o para toda una expedición. Estoy seguro, y muchas veces he observado esto en algunos de mis amigos y en mí mismo, de que el que lleva la delantera rinde más especialmente cuando se trata de asegurar al compañero. En el caso de Peter y yo, estos cambios de liderazgo se efectúan con tanta naturalidad que nunca hemos discutido sobre ello y probablemente por este motivo han tenido éxito la mayor parte de nuestras empresas”.

viernes, 11 de julio de 2008

Frágiles y/o corrientes


“Ya están aquí los tulipanes nuevos, aún tímidos, sus gruesos pétalos cerrados, como si fuesen pinzas de cangrejo, son de color rosa, un rosa anaranjado, sería necesario un pintor para acogerlos dignamente, alguien que abriese una vía real, desde el ojo hasta el espíritu, sin el intermediario ruidoso de las palabras. Os amo, muchachos, y amo con igual intensidad a vuestras parientes lejanas, las flores silvestres de los eriales, las que son demasiado frágiles o corrientes para tener un valor comercial. Os amo y amo con igual amor a los cardillos, como amo a cada átomo de esta materia: la mancha que está en el techo de la sala, justo encima de mi cabeza cuando escribo, me parece tan principesca como un sol, me produce la misma alegría”.

(Christian Bobin, Autorretrato con radiador)

jueves, 10 de julio de 2008

El camino de Napoleón

El camino de Napoleón es una ruta alfombrada de hojas e historias que une la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port con la colegiata de Roncesvalles. Miles de peregrinos a Santiago han pulido durante años su trazado exigente y silvestre, y han dejado un eco de voces en muchos idiomas. El nombre del itinerario se debe, al parecer, a algunos acontecimientos ocurridos hace 200 años. El 6 de febrero de 1808, 2.000 soldados a las órdenes del general D’Armagnac cruzaron la frontera por esa ruta y se alojaron en Roncesvalles antes de seguir su recorrido hacia Pamplona. No podían sospechar entonces que la guerra que estaban a punto de iniciar les iba a resultar tan adversa. Pero así fue: cinco años después, en 1813, los 35.000 hombres del mariscal Soult volvieron a Francia por el mismo camino, derrotados y exhaustos. En un rincón de la senda, cerca ya del collado de Lepoeder, descansan las ruinas de una vieja construcción. Son apenas un montón de piedras toscamente pulidas que buscan el abrigo de las hayas. Hay quien sostiene que allí durmió Napoleón cuando volvía vencido a París. Es un dato de difícil comprobación, pero no importa: paseantes, peregrinos, montañeros y vecinos lo han incorporado al acervo local sin mayores complicaciones. Quizá con el tiempo se añadan algunos detalles del tipo “Maldijo su suerte recostado en ese árbol” o “Juró venganza desde aquel barranco”.

lunes, 7 de julio de 2008

Lirios despreocupados (II)

“A veces, Señor, se ve uno tentado a decir que si hubierais querido que nuestro comportamiento fuera como el de los lirios del campo, nos habríais dado una organización más parecida a la de ellos. Pero supongo que esto es simplemente vuestro gran experimento. O no; quizá no sea un experimento, ya que no tenéis necesidad de confirmar nada. Mejor sería decir que es vuestro gran proyecto: crear un organismo que sea espíritu al mismo tiempo; crear esa formidable paradoja que es el ‘animal espiritual’. Coger a un pobre primate, una bestia con los nervios a flor de piel, una criatura cuyo estómago pide ser saciado, un animal reproductor que necesita a su pareja, y decirle: ‘Venga, y ahora conviértete en un dios’”.

(C.S. Lewis, Una pena en observación)

domingo, 6 de julio de 2008

Lirios despreocupados

Ni Salomón en toda su gloria.

(Cf. Lc. 12, 27)

sábado, 5 de julio de 2008

Fácil

"Qué bueno es saber que uno es feliz cuando está siendo feliz. Y qué facil nos lo pone el monte".

(La frase es de J. La disparó a bocajarro, desde Uruguay, en un correo electrónico. El montañero contemplativo es S y a sus pies, bajo la nieve, deberían estar los ibones de Anayet)